Karmele Jaio en Algorta

La escritora Karmele Jaio (1970, Gasteiz) estuvo el pasado jueves, 28 de febrero, en Getxo, Algorta. La verdad es que no suelo ir a estos eventos, pero ya que me estoy leyendo su libro Amaren eskuak y encima en el euskaltegi solemos leer artículos suyos, pensé que podría ser interesante ir a oírle hablar.

Karmele iba a presentar su nuevo libro, que es una compilación de cuentos sobre el momento en el que una persona (en este caso mujeres de clase media-alta) se dan cuentan que están comenzando a envejecer. La novela se llama Ez naiz ni.

Había bastante gente en la salita en la que nos reunimos, la mayoría mujeres, aunque había también bastantes hombres. Uno de ellos, de hecho, comentó que estaba sorprendido de que hubiera tantos hombres, ya que temía ser el único que hubiera leído un libro que estaba claramente dirigido a un público femenino.

Karmele Jaio se rió cuando el tipo hizo el comentario. (Era una mesa abierta, ella habló un poquito del libro y luego la gente fui haciendo preguntas). Hizo un comentario que nunca me había planteado y que es verdad, cuando una mujer escribe un libro con personajes que también son mujeres, es literatura feminista. Cuando un hombre escribe un libro sobre hombres, es literatura. A secas. Qué genial. Jaio contó que no es la primera vez que le hacen la pregunta y que, aunque a nosotros nos parezca una pregunta ‘normal y común’, jamás nadie se plantearía que fuera al revés, es decir que a un hombre le dijeran a ver si su literatura es masculinista por tener únicamente personajes masculinos. Lo que hacen ellos es neutro, es literatura. Nosotras hemos aprendido a leer a través de esa literatura y por lo tanto nos podemos identificar tranquilamente tanto con un hombre como con una mujer. Dios mío qué verdad tan grande, y yo desde luego nunca me había dado cuenta.

Le preguntaron si se sentía responsable de hacer que la gente fuera consciente de su alrededor, de su situación en la que la gente se suicida por no poder pagar la hipoteca. Karmele Jaio dijo que ella lo que hace es contar su realidad, cree que es trabajo de un escritor lanzar su punto de vista y luego cada lector que lo amolde a lo que cree y considera.

Yo formulé y reformulé una y otra vez una pregunta en mi cabeza, pero como soy un poco retrasada no me atrevía a decirla, hasta que carraspeé, me miró y le pregunté cómo se había inspirado para escribir el libro que estoy leyendo: Amaren eskuak. Explicó que lo primero que le vino a la cabeza fue una imagen de una madre y una hija en un hospital. La madre postrada en la cama y la hija a su lado, mirando sus manos. De ahí surgió luego el resto de la idea, creando las dos historias paralelas entre una madre y una hija que tienen que mantener la cabeza alta para seguir viviendo. (No he terminado el libro pero me está gustando muchísimo, si no tenéis nada que leer, podéis ir a la biblioteca y buscarlo, está traducido a castellano también por si alguien no entiende euskera).

También avisó que en septiembre van a estrenar una película basada en el libro de Amaren eskuak, film que está en euskera, así que yo sí que le daré una oportunidad, a ver qué tal está.

A mí, personalmente, me van bastante más las novelas que los cuentos, pero me pareció interesante lo que la gente que había leído Ez naiz ni, preguntaba, y por lo tanto, decía a través de sus preguntas. En todas las historias del libro las protagonistas son mujeres que no tienen inquietudes económicas y que al tener ‘tiempo libre’ se dan cuenta que están comenzando a envejecer. Envejecer no las asusta, sino el comenzar a caer cuesta abajo. Lo que Karmele Jaio retrada es cómo cada una va supliendo ese vacío con bobadas de todo tipo (cursillos raros, intentar encontrarse en su yo interior, dietas).

Jaio explicó que curiosamente, desde que ha comenzado a publicar ha ido intercalando un libro de cuentos y una novela. Dijo que ya tenía en mente la idea para una novela, pero que no promete nada, porque apenas tiene tiempo para escribir y que no sabía a dónde le llevaría la inspiración.

La charla duró una hora y media más o menos y al final nos dieron zumo y galletas. Fuimos felices y comimos perdices.

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